Un mendigo en una plaza de Puerto Piritu

Contexto: durante el año 2019, durante un viaje familiar para conocer a la familia de mi cuñada estuve rondando en la plaza Bolivar donde observe una curiosa escena de un loco mendigo siendo molestado por un turco.

Él era un hombre de la calle,
harapiento y arrastrado,
viviendo de la mendicidad,
en un país donde ya nadie creía en la caridad.

Un hombre rebelde,
luchaba día a día,
sobrevivía.

Con un ojo chueco,
pies vendados,
ropa sucia y descompuesta,
la piel quemada como la de un hombre de mar,
había perdido casi todas sus facultades para pensar,
pero era un rebelde sin igual.

Gozaba del agua,
decía: “¡El agua es vida!”,
con gran fulgor y alegría.

Dentro de una panadería,
se llenaba la boca completamente de agua,
causando que esta se derramara sobre el suelo.
El dueño,
un turco despreciable al ver esto,
se molestó y tomó un palo para golpear al vagabundo.

Claro,
aquel rebelde desde afuera molestaba a este turco,
usaba un trapo para limpiar los retrovisores de su moto,
quedando estos más sucios de lo que estaban.

El turco salió,
usando su palo para ahuyentarlo,
luego volvió pidiendo algo de comer.

El vagabundo, hambriento,
no se cansó de molestar.

Hacía señas para que le dieran un pan,
el turco, ya cansado,
le ofreció un cigarrillo.
Sin embargo, cada vez que el vagabundo intentaba tomarlo,
el turco se burlaba y se lo quitaba de la mano.
Esto ocurrió cinco veces más,
hasta que el vagabundo sacó una caja de cigarrillos y los introdujo allí.

Nuestro rebelde amigo se fue,
hambriento y humillado por un turco sin piedad.

Caminaba cojeando y cargando las pocas pertenencias que tenía,
con la mirada perdida, vaga y sin esperanza.

Buscando un sentido a todo esto

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